Había una vez un oso llamado Moris, que vivía en el bosque muy contento. Pero este oso se cansó del bosque
porque un día vino el hombre con sus
jaulas… Debido a esto, el oso se colgó a caminar. Tanto caminó este oso por
el bosque, que supo encontrarse con un gato
amigo de él, que se llamaba Litto. En
ese entonces, le comentó a su amigo que se quería ir del bosque. Este gato la
tenía clara y le dijo: “loco, construiré
una balsa y me iré a naufragar, ¿querés venir conmigo?” el oso se quería ir
en ese preciso momento. Fue cuando los dos, sin pensar en nada, emprendieron viaje.
Llegando al río, se encontraron con un Salmón, llamado Andrés, que no era ninguno de esos pescados rabiosos y, por lo tanto, se sumó al viaje de estos. Al
caer la noche, necesitaban de todo (comida, abrigo, etc.). Entonces fue cuando
el oso logró divisar un durazno en el río. Este se tentó para comerlo pero no
lo hizo porque el salmón reclamó: “en el rio siempre hay un durazno sangrando, pero dicen que en este valle los duraznos son de los duendes, y a los duendes
no hay que molestarlos.
En la cabeza del oso se generó una gran
curiosidad. –Y qué onda con los duendes esos? – dijo el oso.
– No pasa nada, son del palo, son unos enanitos, todos verdes. –Contestó el gato.
Cuando el hambre pesaba, llegaron a una
isla. En esa isla, calló la noche con
amigos, corre la sal y corre el vino. Entonces el oso, mirando hacia el
interior de la isla, y viendo que se asomaban unos tipos que no duermen por la noche, dijo: –los príncipes que veo llegan escuchando al bocón. –El gato le
contestó: –Yo los conozco, son ocho los
monos.
Eran ocho monos. Eran los Orozco. Se hacían llamar los Chicos, de la alta suciedad. Entonces el gato prosiguió: -Vienen seguramente
buscando chicha para tomar y algo para fumar, o alguna que otra mujer de las
que, por su amor, tengas que pagar, –siguió el gato – son unos pibes del palo
pero tienen los gustos medios jodidos. Dicen que en el infierno cuida su alma el viejo Brian Jones...
Al final de la noche, todos se hicieron
amigos, pues los monos venían en busca del Rey, pero no sabían ni quién era el
Rey, ni dónde quedaba el reino. El gato la tenía tan clara que les dijo: –yo sé
dónde queda! Si quieren los acompañamos, pero hay que caminar rápido, porque “el mundo es redondo y Patricio es Rey”
Los monos decían que buscaban al Rey
porque necesitaban una medicina para su abuelo, pero era ilegal. Los monos
explicaban: –Miguel está enfermo. Miguel es nuestro abuelo… estaba bien pero, de
la nada, se enfermó. –El abuelo de los monitos tenía asma. El necesitaba sensemina, que es natural y no contamina, pero es ilegal. Ellos querían hablar con
el Rey por eso, querían que fuese legal, pues calma el dolor de la gente
oprimida. Los monos seguían contando: –nos mandó mi vieja, mi vieja loca… nos dijo: “LEGALICENLA!!”
Finalmente llegaron al reino, buscaron a
Patricio Rey y le contaron del
problema. Él les dijo: –la vida sin
problemas es matar el tiempo a lo bobo. El Rey aceptó y legalizó la
medicina.
Al volver, todos contentos, se
encontraron a unos perros callejeros
que venían hasta las pelotas. Venían de caravana en busca de
un lugar soñado, del cual sólo habían leyendas. Los perros se hicieron amigos y
entre botellas vacías y tucas decían: –Vamos a un lugar donde la gente de mierda esté muerta y los buenos vivos, donde no habrá
juicio por fumar sin joder y van a haber jueces cumpliendo la ley”.
Obviamente y como era de esperar, los
monos, el salmón, el gato y el oso se unieron a la caravana. Era una caravana
de diferentes animales que, de a poco, se iba haciendo cada vez más grande. Sin
pensarlo, se sumaron conejos, ratones, pajaritos, etc.
Después de un largo viaje, llegaron a
ese lugar soñado. Juntos y a la par
legaron a un lugar perfecto. Se
pusieron a orar y rezar a los dioses. Sus dioses eran unos paranoicos, unos violadores
de la ley. Tenían muchos dioses, pero había uno en particular al que le
decían Luca. Un ser mitológico que supo
hacer muy buena música, era brillante, pero también supo creer en la
satisfacción de los gustos jodidos. A este Dios lo alababan sobre una colina, la colina de la vida, ubicada en el
Edén, o algo parecido. En donde crecían las plantas que querían, donde nadie
los jodía, donde el rock and roll no
morirá jamás, donde no habían caretas. Así es, ese lugar era el mejor,
carecía de payasos con la pasta de
campeón (allí es donde Dios y el Diablo
se juntan a menudo a fumar esa bendita pipa de la paz).
No sé cómo sigue la historia, pero si
encontraron la tierra buscada, fueron felices. Y así fue como todos los
animales fueron postergando sus sueños y
sus ganas de regresar. Ahora tienen
otros amigos y otras cosas por qué luchar. En ese paraíso quedaron, y no volvieron más.
Este es un cuento que escribió mi fiel y viejo amigo Don Wimble, cuando era apenas un puberto e iba al colegio. Encontró un papel muy viejo con dicho poema escrito mitad con tinta y mitad con lápiz. Tengo la dicha de que lo quiera compartir con ustedes a través de mi blog. Vale la pena compartirlo. Creo que no hay ninguna duda de que la vida de Don Wimble gira en torno a la música. Clásico rockero...
Buen fly!
Rolando Garros