lunes, 21 de abril de 2014

Paraíso de rock

Había una vez un oso llamado Moris, que vivía en el bosque muy contento. Pero este oso se cansó del bosque porque un día vino el hombre con sus jaulas… Debido a esto, el oso se colgó a caminar. Tanto caminó este oso por el bosque, que supo encontrarse con un gato amigo de él, que se llamaba Litto. En ese entonces, le comentó a su amigo que se quería ir del bosque. Este gato la tenía clara y le dijo: “loco, construiré una balsa y me iré a naufragar, ¿querés venir conmigo?” el oso se quería ir en ese preciso momento. Fue cuando los dos, sin pensar en nada, emprendieron viaje.
Llegando al río, se encontraron con un Salmón, llamado Andrés, que no era ninguno de esos pescados rabiosos y, por lo tanto, se sumó al viaje de estos. Al caer la noche, necesitaban de todo (comida, abrigo, etc.). Entonces fue cuando el oso logró divisar un durazno en el río. Este se tentó para comerlo pero no lo hizo porque el salmón reclamó: “en el rio siempre hay un durazno sangrando, pero dicen que en este valle los duraznos son de los duendes, y a los duendes no hay que molestarlos.
En la cabeza del oso se generó una gran curiosidad. –Y qué onda con los duendes esos? – dijo el oso.
– No pasa nada, son del palo, son unos enanitos, todos verdes. –Contestó el gato.
Cuando el hambre pesaba, llegaron a una isla. En esa isla, calló la noche con amigos, corre la sal y corre el vino. Entonces el oso, mirando hacia el interior de la isla, y viendo que se asomaban unos tipos que no duermen por la noche, dijo: –los príncipes que veo llegan escuchando al bocón. –El gato le contestó: –Yo los conozco, son ocho los monos.
Eran ocho monos. Eran los Orozco. Se hacían llamar los Chicos, de la alta suciedad. Entonces el gato prosiguió: -Vienen seguramente buscando chicha para tomar y algo para fumar, o alguna que otra mujer de las que, por su amor, tengas que pagar, –siguió el gato – son unos pibes del palo pero tienen los gustos medios jodidos. Dicen que en el infierno cuida su alma el viejo Brian Jones...
Al final de la noche, todos se hicieron amigos, pues los monos venían en busca del Rey, pero no sabían ni quién era el Rey, ni dónde quedaba el reino. El gato la tenía tan clara que les dijo: –yo sé dónde queda! Si quieren los acompañamos, pero hay que caminar rápido, porque “el mundo es redondo y Patricio es Rey
Los monos decían que buscaban al Rey porque necesitaban una medicina para su abuelo, pero era ilegal. Los monos explicaban: –Miguel está enfermo. Miguel es nuestro abuelo… estaba bien pero, de la nada, se enfermó. –El abuelo de los monitos tenía asma. El necesitaba sensemina, que es natural y no contamina, pero es ilegal. Ellos querían hablar con el Rey por eso, querían que fuese legal, pues calma el dolor de la gente oprimida. Los monos seguían contando: –nos mandó mi vieja, mi vieja loca… nos dijo: “LEGALICENLA!!
Finalmente llegaron al reino, buscaron a Patricio Rey y le contaron del problema. Él les dijo: –la vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo. El Rey aceptó y legalizó la medicina.
Al volver, todos contentos, se encontraron a unos perros callejeros que venían hasta las pelotas. Venían de caravana en busca de un lugar soñado, del cual sólo habían leyendas. Los perros se hicieron amigos y entre botellas vacías y tucas decían: –Vamos a un lugar donde la gente de mierda esté muerta y los buenos vivos, donde no habrá juicio por fumar sin joder y van a haber jueces cumpliendo la ley”.
Obviamente y como era de esperar, los monos, el salmón, el gato y el oso se unieron a la caravana. Era una caravana de diferentes animales que, de a poco, se iba haciendo cada vez más grande. Sin pensarlo, se sumaron conejos, ratones, pajaritos, etc.
Después de un largo viaje, llegaron a ese lugar soñado. Juntos y a la par legaron a un lugar perfecto. Se pusieron a orar y rezar a los dioses. Sus dioses eran unos paranoicos, unos violadores de la ley. Tenían muchos dioses, pero había uno en particular al que le decían Luca. Un ser mitológico que supo hacer muy buena música, era brillante, pero también supo creer en la satisfacción de los gustos jodidos. A este Dios lo alababan sobre una colina, la colina de la vida, ubicada en el Edén, o algo parecido. En donde crecían las plantas que querían, donde nadie los jodía, donde el rock and roll no morirá jamás, donde no habían caretas. Así es, ese lugar era el mejor, carecía de payasos con la pasta de campeón (allí es donde Dios y el Diablo se juntan a menudo a fumar esa bendita pipa de la paz).
No sé cómo sigue la historia, pero si encontraron la tierra buscada, fueron felices. Y así fue como todos los animales fueron postergando sus sueños y sus ganas de regresar. Ahora tienen otros amigos y otras cosas por qué luchar. En ese paraíso quedaron, y no volvieron más.


Este es un cuento que escribió mi fiel y viejo amigo Don Wimble, cuando era apenas un puberto e iba al colegio. Encontró un papel muy viejo con dicho poema escrito mitad con tinta y mitad con lápiz. Tengo la dicha de que lo quiera compartir con ustedes a través de mi blog. Vale la pena compartirlo. Creo que no hay ninguna duda de que la vida de Don Wimble gira en torno a la música. Clásico rockero...

Buen fly!
Rolando Garros

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