Había una vez un carpintero oriundo de
Godoy Cruz llamado Geppetto. Él no podía tener hijos. Intentaba e intentaba
pero nunca pudo tener hijos. Fue entonces cuando se le ocurrió una idea
maravillosa: ir a vivir a la Tierra mágica de Los Hijos. La tierra en la que
las mujeres son más fértiles. La tierra en la que hay, como mínimo, cuatro
hijos por familia. Así es, Geppetto se fue a vivir a Las Heras City.
En el momento en el que llegaron a su nueva casa, en ese
mismo momento, Geppetto se garchó a la mujer contra un pino y ella quedó
embarazada al instante. Nueve meses más tarde nació un nene, al que llamaron Pinocho en
honor al pino contra el cual habían realizado el coito. Pinocho era de madera.
No literalmente, obvio, sino que jugaba al fútbol desde chiquito en Huracán Las
Heras y era de madera, era un perro. Además de tener una infancia un poco dura,
Cuando pinocho comenzó a ir a la escuela
llegaron los problemas. El comportamiento era malo. Bueno, no era tan malo, pero cada
vez más, iba empeorando. La conducta de Pinocho comenzó a preocupar de tal manera que la directora de la escuela llamó a sus padres
y les comentó que no le gustaban sus juntas.
Pinocho frecuentaba con chicos bastante conflictivos, un poco sucios y desprolijos, pero pibes de buen corazón: el Braian y el Yoni. El primero estaba siempre con una camiseta de Huracán y piercings en toda la carita, el otro andaba siempr con una visra nike y usaba axe chocolate. Ellos jugaban a la pelota desde chiquitos en Huracán y por eso eran amigos de Pinocho. A la mandamás de la institución educativa no le gustaba ni le caían bien estos chicos porque nunca entendió esa distancia que hay entre un hincha del globito y el jabón.
Fue entonces cuando el Sr. Geppetto, lleno de miedo, ira, impotencia y demás sentimientos sembrados por la directora, le prohibió a Pinocho juntarse con el Braian y el Yoni.
Pinocho frecuentaba con chicos bastante conflictivos, un poco sucios y desprolijos, pero pibes de buen corazón: el Braian y el Yoni. El primero estaba siempre con una camiseta de Huracán y piercings en toda la carita, el otro andaba siempr con una visra nike y usaba axe chocolate. Ellos jugaban a la pelota desde chiquitos en Huracán y por eso eran amigos de Pinocho. A la mandamás de la institución educativa no le gustaba ni le caían bien estos chicos porque nunca entendió esa distancia que hay entre un hincha del globito y el jabón.
Fue entonces cuando el Sr. Geppetto, lleno de miedo, ira, impotencia y demás sentimientos sembrados por la directora, le prohibió a Pinocho juntarse con el Braian y el Yoni.
Pinocho s distanció un poco de sus amigos, pero nuca los dejará de ver. El sabe que en Las Heras es así: por más que esté un poco distanciado de los pibes, no hay nada que un porro y un vino n la esquina no puedan solucionar. Un dia Pinocho iba llegando a la escuela y
los amigos lo invitaron a no entrar al colegio. Pinocho no se quería perder la
clase porque tenía examen, pero lo convencieron cuando le dijeron que había paro de maestros otra
vez y no iba a entrar nadie. Pinocho les creyó porque no le pareció para nada raro
un paro. Los jóvenes se hicieron la rata y se
fueron a comprar porro.
Justo cuando están entrando al barrio los
intercepta un móvil del Depto. de Investigaciones de la Policía. La policiía, aunque nadie lo pueda creer, comenzó a hacer uso y abuso de su autoridad para dar con los traficantes. Por eso, al mejor estilo Hollywood, les colocaron a Pinocho y sus amigos, un detector de mentiras. Les dijeron que los iban a meter presos, a no ser que colaboraran. Obviamente, los chicos al ser menores de edad, asustados, y sin conocer sus derechos, aceptaron a ojos cerrados.
Entonces el oficial, mientras armaba el
acta, les decía:
- Más
les vale que cooperen y me digan la verdad porque al que miente le crece la
nariz…
-
¿Ké? –Dice pinocho con cara de interrogación.
- Nada,
un dicho popular proveniente de un cuentito de mierda que no me acuerdo cómo se
llama…
Fue entonces cuando Pinocho se dio cuenta
de que no podía escapar y que solo tenía que contar la verdad porque tenía un
detector de mentiras. Y así Pinocho fue contando a los policías cómo se
manejaban los tipos que les vendían los paraguayos y las alitas al Yoni.
Gracias a la información que brindó Pinocho,
los pudieron apresar en un allanamiento a la semana siguiente.
Cuando Pinocho volvió a la casa, Geppetto
no estaba. Al preguntar por su padre, le dicen a Pinocho que él está dentro de
una ballena. Y así era. Estaba lavando el auto en el Ballena Blue, un lavadero muy popular de la zona. Pinocho
llegó al lavadero, vio el inconfundible Ford Falcon de Geppetto que tenía los
vidrios polarizados y una calcomanía en la luneta trasera que decía “Gracias viejos” y comenzó a ayudar a su padre con la limpieza del auto.
Hasta que Geppetto le pidió a Pinocho que
hiciera algo que llame la atención, pues así se podrían ir sin pagar. Fue cuando se le ocurrió robarse una cubierta de un Taunus que estaba estacionado. Sacó la rueda del taunus dejando el auto sobre unos ladrillos en 1 minuto 32 segundos.
La idea no era robarse la rueda para llamar
la atención (de hecho, lo hizo tan rápido que nadie se dio cuenta), sino que la idea era
prenderla fuego en el medio del lavadero para alborotar todo al mejor estilo
piquetero. Entonces, Pinocho llevó a cabo su lasherino plan y así el Ballena se llenó de humo... y ellos pudieron
escapar.
Ahora Pinocho aprendió la lección de que es
muy malo mentir. Pero la moraleja más importante de este cuento es que conviene
lavar los autos en la casa para ahorrar agua, y despenalizar el autocultivo para
combatir el narcotráfico.
Este es una historia verídica basada en la Historia del 6 de HLH. Fin.
Buen fly!
Rolando Garros.
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